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Un país unido, fundamental para la reconstrucción social y emocional de la ciudadanía afectada por terremoto

La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles.

Prueba de ello, ha sido la gran capacidad de recuperación demostrada por las personas afectadas por el terremoto que azotó al litoral ecuatoriano, que hasta el momento ha dejado ver una gran entereza y tesón en las poblaciones damnificadas.

Durante una misión de apoyo interinstitucional realizada por la dirección de comunicación social del IEPS, en la que se recorrieron algunas de las zonas afectadas, en Manabí, se pudo constatar el increíble despertar que han experimentado estas poblaciones, que golpeadas aún por las secuelas del fenómeno, no han dudado en reincorporarse a sus actividades, gracias al apoyo recibido por distintos sectores sociales, que dejaron sus diferencias de lado para unirse por un objetivo común, “apoyar a quienes más lo necesitan”.

 Es el caso de Portoviejo, en donde la alegría no ha cesado, no falta quien llama a la gente a disfrutar de una deliciosa comida típica, a refrescarse con un sabroso jugo de coco, alguna bebida hidratante para paliar el calor, etc., lo que deja entrever un claro signo de amar la vida y saber salir adelante, no solo en el plano económico, sino también en lo emocional y social.

 Nada de esto habría sido posible, sin el trabajo coordinado entre las diferentes instituciones del sector público, que han logrado atender casi en su totalidad las necesidades más urgentes en las zonas afectadas; es el caso del establecimiento de albergues temporales y permanentes, atención en salud, alimentación, restablecimiento de servicios básicos, entre otros, para lo cual una adecuada distribución del Estado, ha sido fundamental.

 A esto se suma el apoyo recibido por la empresa privada, el trabajo organizado de la sociedad civil, y el apoyo internacional, que en gran gesto de solidaridad y compromiso, se hizo presente desde el primer instante de ocurrida la tragedia, lo que ha significado un enorme alivio y respaldo para estas personas, que hoy más que nunca sienten el apoyo de todo un país y del mundo.

Queda claro, que el camino hacia la recuperación y reconstrucción de los sitios afectados, apenas empieza, pero puede decirse que las diferencias ideológicas, étnicas, generacionales, regionales, entre otras, pueden ser superadas cuando existe una causa común, cuando podemos reconocer nuestra vulnerabilidad  en la de los demás, y las tristezas y necesidades de unos son sentidas y compartidas por todos.

Esta situación tan compleja que ha debido afrontar el país, deja grandes lecciones, pero a la vez grandes desafíos, en especial, el de profundizar la unidad en el país, que sin lugar a dudas, se ha presentado como la solución a muchos de los problemas que aquejan a  nuestra sociedad.

“El ser resiliente no es ser extraordinario: esta capacidad está en toda persona. La tarea es desarrollar esta capacidad con actitud y firmeza”; así como el ser solidario que es una forma de vida no la respuesta a un momento.


 

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